La cordillera de Colán, en el departamento de Amazonas, se alza al norte de la ciudad de Bagua Grande, entre los ríos Utcubamba y Chiriaco. Son pocas las investigaciones científicas que se han aventurado en sus parajes remotos, y buena parte de su biodiversidad sigue siendo un misterio. Esto se aplica, muy especialmente, a la herpetofauna que habita en los bosques y en los pajonales de estas montañas. Desde el año 2019, sin embargo, varios integrantes del Instituto Peruano de Herpetología (IPH) han venido realizando una serie de expediciones en estas montañas, lo que ha resultado en el descubrimiento de varias especies de anfibios y reptiles que son nuevas para la ciencia. Entre estos hallazgos se incluyen dos especies de los llamados lagartos de palo, que es el nombre común que a menudo reciben los miembros del género Enyalioides.

Los lagartos del género Enyalioides son de tamaño mediano y hábitos diurnos. También son seres muy esquivos, por lo que no suele ser fácil dar con ellos en mitad del bosque. Solo en las últimas tres décadas, el trabajo de campo en regiones poco exploradas de los Andes del norte peruano ha resultado en el descubrimiento de seis especies distintas de Enyalioides. A estas se suman, ahora, las dos que el equipo del IPH descubrió en el transcurso de sus expediciones en la cordillera de Colán.

La primera de ellas es el lagarto de palo de cabeza azul (Enyalioides cyanocephalus), que fue registrada por primera vez en el año 2019 en el distrito de Armando, en Amazonas. En los años siguientes, esta misma especie volvió a aparecer en el transcurso de otras dos expediciones, que se llevaron a cabo, respectivamente, en la Reserva Comunal Chayu Nain y en el ACP Pampa del Burro. Debe su nombre a la llamativa coloración azulada que luce la cabeza de muchos machos.

La segunda es el lagarto de palo de Dickinson (Enyalioides dickinsoni), que solo ha sido registrada en los bosques y cafetales del distrito de Cajaruro, también en Amazonas. Su coloración varía entre el verde ocre y el pardo, a veces salpicado de manchas color verde claro. Hay que destacar, además, que el nombre de esta especie busca rendir homenaje a Paul Bruce Dickinson, quien no solo es un destacado aviador, esgrimista y escritor, sino también el vocalista de la legendaria banda de heavy metal británica, Iron Maiden. Más allá de que esta banda sea una de las favoritas de los integrantes del IPH, Bruce Dickinson también hizo un aporte a la herpetología en el año 2016, cuando trasladó en su avión privado a una tortuga marina (de la especie Caretta caretta) que había sido arrastrada por las corrientes hasta Reino Unido, hasta varar en la costa de Jersey, de vuelta a su hábitat en las Islas Canarias. La historia, en su momento, llamó la atención de varios medios a nivel global, y contribuyó a generar conciencia sobre la conservación de esta especie, en situación vulnerable.

Ha sido un alivio, además, comprobar que el Enyalioides cyanocephalus se encuentra en buen estado de conservación, pues habita en regiones donde todavía abundan los bosques primarios de altura. En cambio, el Enyalioides dickinsoni solo ha sido registrado en un área muy pequeña, en la que los bosques se encuentran sumamente degradados por las actividades humanas, y sobre todo por la expansión de los campos para ganadería y para el cultivo de productos tales como el café y el cacao.

Pablo Venegas, investigador de Rainforest Partnership y miembro fundador del IPH, fue quien lideró las expediciones en las que se descubrió a ambas especies. “Estos hallazgos son un recordatorio de lo mucho que nos queda por descubrir en los bosques montanos del Perú, en muchos de los cuales casi no se ha hecho investigación científica. Y no solo lo digo por los anfibios y reptiles, sino por la biodiversidad en general”, señala. “La información que hemos reunido gracias a estas expediciones han ayudado a llenar muchos vacíos, pero todavía hay mucho por investigar. De hecho, hasta que empezamos a hacer estas expediciones, casi no se sabía nada de los reptiles de la cordillera de Colán, y estos descubrimientos son un aporte al conocimiento sobre la fauna de esta zona. También nos ha permitido comprobar el alto índice de endemismo que hay en estas montañas, que casi están aisladas de los Andes”, agrega.

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